Hoy voy a intentar con algo nuevo, voy a dejar de lado las películas un rato y me voy a dedicar a los libros. En este caso, con uno en particular.
La saga Blue Blood, de Melissa de la Cruz, nació en el año 2007 y pronto se volvió una de las colecciones sobre vampiros más leídas. Por supuesto, aquí en la Argentina todavía no es famoso, pero espero que eso cambie pronto. Ya son cinco los libros y todos ellos se han vuelto fascinantes.
La historia es la más conocida de todas, en especial cuando tiene relación con adolescentes: una chica de dieciséis años, inadaptada social, que de un día para otro se entera que es un vampiro y se enamora del chico más popular del colegio que, ¡oh!, también resulta ser un vampiro; además, se entera de que no solo es un vampiro, sino que es uno muy especial. Si lo vemos así, nada novedoso, siempre es la misma historia. De esas que encuentras en todas las tiendas, en todos los escaparates: miras la tapa, lees la sinopsis y la vuelves a dejar donde estabas porque piensas “esta historia ya la leí”.
Entonces, ¿porqué este libro es tan intrigante? La respuesta es simple: De la Cruz cambió totalmente la historia de los vampiros. En esa saga, los vampiros tienen un origen fijo, tienen una meta. No son los vampiros sedientos de sangre y temibles a los que estamos acostumbrados. Tampoco aquellos moralistas que se llenan la boca diciendo “no bebo sangre humana”. No. Aquí los vampiros son, o mejor dicho, fueron ángeles. Así, tal como lees.
Cuando Lucifer se reveló contra Dios, muchos ángeles lo siguieron. Aquellos que, después de la expulsión, decidieron arrepentirse y abandonar a Lucifer, fueron castigados por Dios y convertidos en vampiros. Su último deseo es retornar con su Padre, y ser vampiros es el pago de sus pecados. Interesante, ¿verdad? Esta concepción del origen de los vampiros, esta perfecta mezcla entre la religión y el misticismo es lo que hace del libro algo totalmente genial, no tengo dudas con respecto a esto. ¿A quién se le hubiera ocurrido una idea semejante? ¿Una explicación como esa? Eso a es lo que yo llamo originalidad y genialidad.
Entre las páginas del libro, estos “sangre azul” renacen una y otra vez a través de los siglos. Traen a colación hechos del pasado, incluso la autora ha aprendido angeología para poder darles personalidad a sus personajes. Por eso, que no les llame la atención encontrarse con nombres como Serafiel, Gabriel, Abbadon o Azrael. Para que aquellos que se muestran interesados, pueden buscarlos por internet y se darán cuenta de que todos y cada uno de ellos tienen su lugar en el cielo.
A su vez, el libro esconde otro detalle interesante: en las calles de Manhattan, la clase alta de la sociedad sigue controlando los mejores eventos y compañías, y son sus hijos los que lideran la juventud, dejando a un lado a los marginados. Imagínense un Gossip Girl, pero con vampiros.
En fin, unas merecidas cuatro llaves de tinta.
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