jueves, 10 de marzo de 2016

Película: The Dressmaker




Año: 2015
Duración: 1h 58m
Director: Jocelyn Moorhouse









I’m back, you bastards”, dirá Tilly Dunnage al regresar a su pueblo natal, Dungatar, en una salvaje Australia rural poco antes explorada. Y creo que es necesario comenzar dándole un par de vueltas a esta frase.

En un primer lugar, porque consiste en el inesperado retorno al detrás de cámara de Jocelyn Moorhouse, quien, luego de tener su primer éxito en el año 1991 (con la un poco sobrevalorada “Proof”), y un par de otras piezas que rápidamente cayeron el olvido, parecía haber desaparecido completamente de este ámbito. Lejos de ser una sorpresa desagradable, e intentando contar lo menos posible de la película – ya vamos a llegar a eso – creo que la experiencia obtenida como guionista fue de particular ayuda a la hora de filmar “The dressmaker”, basada en la novela homónima de Rosalie Ham. El resultado final – el uso de los planos, los diálogos, la forma en la que hilvanando las escenas – es simplemente fantástico.
En segundo lugar, pero no menos importante, el regreso de Kate Winslet a un nivel actoral que, particularmente, considero que hace tiempo no tenía. Claramente el 2015 fue un muy buen año para Kate, que se encuentra nominada al Oscar por su aparición en “Steve Jobs”. Aparición que, debo decir, si bien es excelente, no creo que sea tan buena como la que ofrece en esta ocasión.
Ya desde un comienzo nos encontramos con una película un tanto extravagante.
Por un lado, un aire que nos recuerda vagamente al film noir, con la llegada del autobús a la parada solitaria, los colores oscuros y los flashbacks que vaticinan un misterio que se mantendrá gran parte de la película. Casi de inmediato, los paisajes rurales y los pueblos pequeños usurpan la pantalla, recordando ahora a los viejos westerns que tanta fama tuvieron en décadas anteriores. Y para cerrar nuestra confusión, una de las mejores escenas de la película, a su vez dramática e hilarante, donde Tilly muestra sus habilidades como golfista al arrojar pelotas a aquellas personas que, ella sostiene, arruinaron su infancia.
¿Qué estamos viendo entonces? Un cóctel de géneros impresionante, inclasificable, diría, pero que funciona de manera excelente.

Durante su caótica infancia, víctima constante del maltrato de adultos y niños, Myrtle “Tilly” Dunnage, de tan solo diez años, es acusada de un crimen que ni ella logra reconocer si cometió, y enviada al exilio, donde adquiere formación como modista y diseñadora. Lo que el pueblo de Dungatar no sabe, es que, a veces, los problemas no pueden resolverse de manera tan sencilla.
25 años después, y para sorpresa de todos, Tilly regresa convertida en una mujer de fama prominente. Madrid, Milán, París, son sólo algunas de las metrópolis que han admirado sus trabajos, y que se han visto abandonadas frente a la decisión de nuestra protagonista de cuidar de su madre, y de aclarar las cosas de una vez por todas
Haciendo uso de sus habilidades en la confección de vestidos – así como de su capacidad para guardar secretos vergonzosos - , Tilly va obteniendo las piezas que necesita para reconstruir su pasado, para comprender cómo se desarrollaron los fatídicos acontecimientos que la mandaron lejos.
Asimismo, observaremos por otro lado su relación con Ted McSwiney, retratado por Liam Hemsworth, y el cómo comienza a sentirse cada vez más cómoda en ese lugar que alguna vez creyó odiar.
De más está decir que, siendo una pieza de época sobre una modista, el vestuario y el maquillaje son impresionantes. Cada diseño, cada sombra en el rostro de los actores está absolutamente cuidada y nada parece fuera de lugar. En cierto momento de la película, incluso, tenemos un salto de tiempo, del que regresamos para observar cómo los vestidos de Dunnage se han extendido por casi todo el público femenino del pueblo. El juego entre el campo y la ciudad, entre el descuido y la delicadeza, es constante, creando un dinamismo entre escenas que me parece digno de remarcar.
Las actuaciones, por otro lado, van de la mano de importantes artistas australianos y de la ya antes mencionada excelencia de Kate Winslet, quien resalta, sobre todo, en la dinámica que obtiene de la mano de Judy Davis, encargada de personificar a la madre de Tilly. La química que tienen en pantalla es impresionante, generando tanto escenas de lo más conmovedoras como graciosas.
No tan brillante es Liam Hemsworth, actor de lo más sobrevalorado que tenemos en la actualidad, pero nada que un par de escenas con poca ropa no puedan solucionar. (De hecho, es mejor cuanto menos habla).
Cuando pensamos que la película está llegando a su cénit, cuando develamos el misterio y aprendemos el poder de los rumores, cuando creemos que el punto de todo es ser testigo de cómo una niña pudo ser vista por todos como una asesina, la película da un vuelco de 360°. Uno completamente inesperado, pero necesario para convertir esta obra en lo que realmente es.
Y es que la última media hora es un terremoto de emociones, cada situación más genial que la anterior, cada desenlace más nefasto. En este caos que se desarrolla, súbito para todos, Tilly se vuelve a encontrar sola, juzgada, abandonada por quienes pensó podían llegar a aceptarla.
Tal vez, después de todo, la venganza sea la única salida.
Como sostuve antes, el resultado es fantástico. El encasillamiento de las obras en géneros es algo que nunca me pareció del todo correcto, y piezas como esta, capaces de romper barreras, no hacen más que generar admiración. Es una película que esperé bastante tiempo para ver, y que por diversas razones siempre escapaba de mis manos. Expectativas altas y todo, estoy por demás complacido.

Realmente aconsejaría tratar de ver esta película sin mirar primero el trailer, ya que muestra un par de escenas del final que preferiría no haber conocido. El desenlace es maravilloso, trágico pero a la vez sumamente reconfortante. Porque de una manera u otra, todos fuimos Tilly en algún punto de nuestras vidas.

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