martes, 22 de marzo de 2011

¡Mi relato participando en el II Concurso de "Relatos Hechizados"!

Así es, les cuento que me picó un bichito y me dió una pizca de inspiración para escribir un relato (no suelo escribir muy seguido), y uno bastante bizarro debo decir jaja :) La cosa es que con él estoy participando en el II Concurso de "Relatos Hechizados" en el blog Deseo y Oscuridad de Karol Scandiu. 
Me encantaría que lo leyeran, me cuenten si les ha gustado y pasen por el blog de Karol, hay un montón de relatos muy lindos concursando y entre los que se encuentra también uno de mi amiga bloggera Erzengel que escribe de maravilla, ¡no se los pierdan!

Haciendo click en el siguiente banner irán a la entrada en la que pueden dejar sus votos (no olviden leer las indicaciones antes de hacerlo). En la parte superior del blog verán la lista de los relatos concursantes, pueden leer el mío aquí, pero de todas formas se los dejaré a continuación ^^



La Iluminación
Por Annie

Nunca en su vida había corrido tan rápido. «Bueno, no todos los días corres para intentar salvar tu vida». Los pulmones le ardían, no solo a causa de la excitación, de la urgencia y el pánico, si no también a causa del humo del fuego que había inundado el aire y se escabullía en cada rincón de su pecho con cada corta y forzada inhalación.

-¡Abajo!- Oyó gritar a alguien, e inmediatamente tenía la nariz pegada al pasto quemado. El estallido de una nueva explosión resonó a sus espaldas, esta vez fue tan fuerte que por un momento creyó haberse quedado completamente sordo. Mareado y aturdido tensó nuevamente todos los músculos de su cuerpo para volver a incorporarse cuando notó que las personas que lo rodeaban hacían lo mismo.

«¿Hacia donde corres Alek? ¿Crees que a alguien le importas? Lo has perdido todo, simplemente date la vuelta y hecha a correr en sentido contrario hasta que una nueva explosión te de de lleno en la cara y tus miembros vuelen en pedacitos».

Pero sus piernas ya no le hacían caso y corrió, corrió con la desesperacion impresa en su semblante, al igual que aquellas patéticas personas que huían y chillaban de horror a su alrededor. «Cadáveres andantes, ¿adónde creen que van? No podremos zafarnos de ésta».

Las cenizas caían como la nieve, decorando con un fino velo los esqueletos de los pocos árboles quemados que aún seguían en pié. «Moriremos todos y nos hundiremos junto con esta maldita isla». Hacía ya más de una década desde que todo había comenzado, claro que en ese entonces Alek aún no había nacido, se lo había contado todo su padre, mientras él, que era en ese entonces tan solo un niño, lo observaba con ojos curiosos sentado en su regazo frente a la chimenea. «Debes hacer todo lo posible para mantenerte alejado de ellos hijo, y si algún día te encuentras cara a cara con una de esas bestias, hagas lo que hagas, no le mires a los ojos, son tan profundos que te hundirías en ellos, y solo Dios sabe que te ocurriría entonces».

Chocó contra otro cadáver andante y rodó por el suelo. Inhaló todo el aire limpio que pudo allí tendido, antes de que retumbara bajo sus pies un nuevo estallido. Esta vez le costó más incorporarse, le dolía cada centímetro de su cuerpo y estaba considerando la posibilidad de volver a hecharse y simplemente cerrar los ojos hasta que todo acabase. El sol se había estancado en algún lugar más allá del borde del horizonte, y la oscuridad era un misterio de sombras y líneas.

Giró la cabeza a su derecha, hechando un rápido vistazo a sus espaldas mientras se apartaba un mechón de pelo, y, de repente, la vió. Había escuchado sus gritos por las noches, mientras los mutilaban poco a poco hasta que las garras frías de la muerte se los llevaban finalmente, había oído rumores sobre sus poderes, sobre su apariencia, pero nada de lo que se había imaginado se parecía a esto en lo más minimo. Era una criatura hermosa, fascinante, fuerte y delgada a la vez, con la piel clara y marcas, símbolos trazados con finas líneas en su piel que despedían una luz violácea y tenue. Estaba tan cubierta de esas extrañas figuras y envuelta en ese esplandor mortecino que Alek no había reparado en que no llevaba ropa y no parecía necesitarla. Desechó esa idea instantáneamente, para una criatura así llevar esas raídas telas que los humanos usaban parecería una burla a su magnificencia.

Y sus ojos… en contraste con su piel eran oscuros pero profundamente sabios, parecían casi líquidos, sus ojos… Antes de que pudiera darse cuenta de lo que ocurría Alek se descubrió a sí mismo tirado en el suelo cuan largo era boca arriba. Esa magnífica criatura se encontraba sobre él, con ambas manos apoyadas sobre el pasto junto a su cabeza y sus largos cabellos lacios y oscuros acariciando sus mejilas, observándolo fijamente, mientras él se hundía completamente hinoptizado en sus ojos. «Por fin te he encontrado Lorwen, después de todos estos siglos, nada será como antes, la guerra acabará y vendrás con nosotros, nuestro mundo te espera, comenzará una nueva era de paz para todos». La voz cálida de ella había resonado en lo más profundo de su ser, envolviéndolo en un poderoso manto. Algo que siempre había estado oculto dentro suyo despertó. Lorwen, sí, ese era su verdadero nombre, era la primera vez que alguien lo llamaba así y, sin embargo, le resultaba tan familiar…

Un intenso dolor recorrió su espalda para luego inundar todo su cuerpo, comenzó a gritar como nunca lo había hecho, aunque el dolor era tan fuerte que no podía escuchar absolutamente nada. Ella sujetaba sus hombros pegados al suelo con fuerza mientras él la abrazaba, intentando fundirse con ella en un solo ser, retorciéndose, presa de un dolor desgarrador. Entonces no sintió nada en lo absoluto, y lo supo. Se quedó allí tendido acariciándola, observándola con sus nuevos ojos, respirando su mismo aire. Aquellas líneas atravesaban cada centímetro de la piel de Alek y la tenue luz violácea que nacía de ellas se hacía más densa y luego liviana, acompasada con sus inhalaciones y exhalaciones.

Los ecos del pasado rompieron los corazones de los no nacidos y la rueda de la fortuna se detuvo en silencio. Los pocos insectos desaparecieron junto con la esperanza de un tiempo mejor. Hay poesía en la desesperación, y cantaron con una belleza sin igual, elegías amargas de salvajismo y elocuencia.
…Y en algún lugar del desierto encontraron grabada la salvación en la tierra como un mensaje.

1 comentario :

  1. *-*
    Annie Eres grandiosa!
    no llegue terminar la segunda linea que me empecese a desesperar por leer mas.

    definitivamente te voy votar *o*

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